24.4.08

Publicación de la U.B.A. sobre "Las descentradas"


PUBLICACIÓN DEL EQUIPO DE INVESTIGACIÓN LETRA,IMAGEN Y SONIDO / FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES DE LA U.B.A.

LA CONSTRUCCIÓN MEDIÁTICA DE LA CIUDAD


UN LUGAR ACTUAL PARA “LAS DESCENTRADAS”
De Monica Berman

“Para que a cada paso un paisaje o una emoción o una contrariedad
que reconcilien con la vida y su muerte pequeña.
Para que un día nos queden unos cuantos recuerdos: decir estuve,
Estuve en tal pasión, en tal recodo (…)”

RAÚL GONZALEZ TUÑON


Eludir la distancia, quedarse cerca del argumento, hallar una propuesta que no es autorreferencial, ni metateatral. Las Descentradas plantea una ficción en el sentido mas amplio del término.
Una mujer, Elvira, casada con un importante ministro, se comunica telefónicamente con un periodista al que revela negocios corruptos de aquél.
Quiere, no el destino sino la dramaturga, que este periodista se enamore de una muchacha joven vinculada afectivamente con Elvira y que en la casa de la jovencita, el día mismo del compromiso, los contactados telefónicamente se conozcan en persona. E inicien cierto camino hacia el amor. Contar el resto es llevar a cabo una infidencia.
Este argumento que seguramente hoy podría parecer hata ingenuo, fue escrito por una mujer llamada Salvadora Medina Onrubia, y estrenado hace casi 80 años en Buenos Aires, en el Teatro Ideal, en marzo de 1929.
En general, no resulta pertinente hablar de un dramaturgo, es decir, de su biografía cuando se remite a una puesta pero la figura de esta mujer es tan particular que este pequeño homenaje antes de reseñar el reestreno de esta obra a cargo de un director contemporáneo, parece un acto de justicia.
Digamos que los propios responsables del reestreno salieron a difundir estos datos que ahora mencionamos.
Salvadora Medina Onrubia era autora teatral, periodista, poeta y anarquista. Además era la mujer de Natalio Botana, propietario del diario Crítica. En 1931 José Felix Uriburu clausura el diario y encarcela al matrimonio.
Ella escribe clandestinamente esta carta dirigida al general Uriburu que merece la pena hacer circular:

“Gral. Uriburu, acabo de enterarme del petitorio presentado al gobierno provisional pidiendo magnanimidad para mí. Agradezco a mis compañeros de letras su leal y humanitario gesto; reconozco el valor moral que han demostrado en este momento de cobardía colectiva al atreverse por mi piedad a desafiar sus tonantes iras de Júpiter doméstico. Pero no autorizo el piadoso pedido ... Magnanimidad implica perdón de una falta. Y yo ni recuerdo faltas ni necesito magnanimidades.
Señor general Uriburu, yo sé sufrir. Sé sufrir con serenidad y con inteligencia. Y desde ya lo autorizo que se ensañe conmigo si eso le hace sentirse más general y más presidente. Entre todas esas cosas defectuosas y subversivas en que yo creo, hay una que se llama karma, no es un explosivo, es una ley cíclica. Esta creencia me hace ver el momento por que pasa mi país como una cosa inevitable, fatal, pero necesaria para despertar en los argentinos un sentido de moral cívica dormido en ello. Y en cuanto a mi encierro: es una prueba espiritual más y no la más dura de las que mi destino es una larga cadena. Soporto con todo mi valor la mayor injuria y la mayor vergüenza con que puede azotarse a una mujer pura y me siento por ello como ennoblecida y dignificada. Soy, en este momento, como un símbolo de mi Patria. Soy en mi carne la Argentina misma, y los pueblos no piden magnanimidad.
En este innoble rincón donde su fantasía conspiradora me ha encerrado, me siento más grande y más fuerte que Ud., que desde la silla donde los grandes hombres gestaron la Nación, dedica sus heroicas energías de militar argentino a asolar hogares respetables y a denigrar e infamar una mujer ante los ojos de sus hijos ... y eso que tengo la vaga sospecha de que Ud. debió salir de algún hogar y debió también tener una madre.
Pero yo sé bien que ante los verdaderos hombres y ante todos los seres dignos de mi país y del mundo, en este inverosímil asunto de los dos, el degradado y envilecido es Ud. y que usted, por enceguecido que esté, debe saber eso tan bien como yo.
General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras y sienta como, desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi desprecio”

Salvadora Medina Onrubia
Cárcel del Buen Pastor, julio 5 de 1931

Concluida esta pequeña digresión, incursionemos en la puesta.
En primer lugar habrá que decir que poner en escena Las descentradas implica un serio desafío, el texto, que soporta unos cuantos años, está lejos de ser un clásico (es más, la Biblioteca Nacional lo editó en el marco de una colección que se denomina “Los raros”) y seguramente los problemas mas grandes tienen que ver con afrontar la textualidad, la escenografía y la actuación.
Teatro de texto, con muchos parlamentos, con una historia rica en matices (podría decirse que tiene una pequeñísima zona de panfleto cerca del final, pero solo eso) pone en juego un trabajo con la dicción sumamente importante, es necesario que las palabras no se pierdan, que se registren en toda su intensidad por que son centrales. Los actores dicen con solvencia, cabe recordar que esto no es algo común en el teatro contemporáneo.
Con respecto a la escenografía, el primer acto transcurre en una casa de la alta sociedad. Para quien no la conozca Puerta Roja no es exactamente un teatro “lujoso” (aunque sea un lujo de teatro) por lo que el planteo del espacio implica una resignificación absoluta del espacio existente. Lo resuelven a través de algunos signos, no numerosos, pero sí significativos: convierten un ventanal que da a un patio, en ventana con vitreaux, la puerta que da a ese mismo patio deja adivinar un precioso jardín en el camino a un comedor en extraescena. Los espectadores compartimos la sala de estar, pasaje, además entre los dormitorios (tambien extraescena) y el resto de la casa. El desplazamiento amplio (entradas y salidas) por lugares diferentes construye una edificación holgada. El resto lo hacen los detalles: el piano con candelabros, una mesita de madera muy trabajada, unas copitas labradas y por supuesto, el vestuario, un magnífico vestuario que hace olvidar ciertos detalles de las paredes e invita a creer que uno está en una casa paquetísima.
Salvado ese espacio, el resto era mas fácil de construir. Y lo interesante es que lo que viene luego hace olvidar lo anterior, una enorme cortina hizo que la puerta se convirtiera en ausencia y la ventana ya de otra casa y de otro acto, parecía el marco mas indicado para contemplar la lluvia en la ciudad.
Los objetos ademas contribuyen a armar otro universo, la canasta de pic-nic en un caso, las pruebas para la imprenta armando un camino de papeles en el segundo.
El tercer desafío tiene que ver con la actuación:
Son muchos los meta-discursos que hablan de melodrama, creemos que no puede considerarselo como tal, en sentido estricto. Fundamentalmente no porta el ideologema del melodrama. No hay resarcimiento de la virtud. Y solo en algún caso puntual se plantea un esquema maniqueo de los personajes.
Podría afirmarse, en cambio, que existen elementos melodramaticos. En este lugar está la clave de la actuación ¿cómo actuar en serio con estas características?. ¿Cómo no remitir a los consabidos culebrones televisivos, horadados hasta la perforación por las parodias?. Y hacerlo cara a cara, frente a un público muy cercano.
En este lugar se llevan los laureles los actores, aunque para Carolina Tisera y Martín Urbaneja, podría inventarse otra categoría por que las que existen les quedan exiguas, y para el director, Adrián Canale, que supo trabajar en este terreno inestable, en un equilibrio que sin embargo no reniega de la emoción.
No es fácil conmover con una historia de amor, y de fidelidad (quién la vea sabrá a quién) en esta época. Es importante recordar que el personaje femenino de Elvira, se inscribe a muy pocos pasos del comienzo de la década infame.
Si Salvadora Medina Onrubia transgredía la escritura de su época proponiendo una historia como la de “Las descentradas”, Adrián Canale hace lo propio hoy en Buenos Aires, demostrando que se puede hacer muy buen teatro con un texto, con actores que actúan y con la búsqueda concreta de no renunciar a la memoria ficcional, pero memoria al fin de nuestra historia argentina. Ficción que no difiere demasiado, digamos, de nuestra realidad actual.

Monica Berman
EQUIPO DE INVESTIGACIÓN LETRA,IMAGEN Y SONIDO / FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES DE LA U.B.A.